Existe
una gran distancia entre “enseñar” y “transferir conocimiento”, uno de
las preguntas que corresponde hacernos al respecto es ¿Tengo yo la
verdad? Lo cierto es que, para poder materializar esta idea, es
necesario ser parte de un contexto que vaya en el mismo sentido, y de
una atenta vigilancia de nuestras propias actitudes. El los siguientes
párrafos Paulo Freire explica la idea.
Saber
que enseñar no es transferir conocimiento, sino crear las posibilidades
para su propia producción o construcción. Cuando entro en un salón de
clases debo actuar como un ser abierto a indagaciones, a la curiosidad y
a las preguntas de los alumnos, a sus inhibiciones; un ser crítico e
indagador, inquieto ante la tarea que tengo -la de enseñar- y no la de
transferir conocimientos.
Es
preciso insistir: este saber necesario al profesor -que enseñar no es
transferir conocimiento- no sólo requiere ser aprehendido por él y por
los educandos en sus razones de ser -ontológica, política. Ética,
epistemológica, pedagógica, sino que también requiere ser constantemente
testimoniado, vivido.
Como profesor en un curso de formación docente no puedo agotar mi práctica discutiendo sobre la Teoría
de la no extensión del conocimiento. No puedo sólo pronunciar bellas
frases sobre las razones ontológicas, epistemológicas y políticas de la Teoría. Mi discurso sobre la Teoría
debe ser el ejemplo concreto, práctico, de la teoría. Su encarnación.
Al hablar de construcción del conocimiento, criticando su extensión, ya
debo estar envuelto por ella, y en ella la construcción debe estar
envolviendo a los alumnos.
Fuera
de eso, me enredo en la trama de contradicciones en la cual mi
testimonio, inauténtico, pierde eficacia. Me vuelvo tan falso como quien
pretende estimular el clima democrático en la escuela por medios y
caminos autoritarios. Tan fingido como quien dice combatir el racismo
pero, al preguntársele si conoce a Madalena, dice: "La conozco. Es negra
pero es competente y decente." Nunca oí a nadie decir que conoce a
Celia, que es rubia, de ojos azules, pero es competente y decente. En el
discurso que describe a Madalena, negra, cabe la conjunción adversativa
“pero”; en el que hace el perfil de Celia, rubia de ojos azules, la
conjunción adversativa es un contrasentido.
La
comprensión del papel de las conjunciones que, uniendo enunciados entre
sí, impregnan la relación que establecen de cierto sentido, o de
causalidad, hablo porque rechazo el silencio, o de adversidad, trataron
de dominarlo pero no lo consiguieron, o de finalidad, Pedro luchó para
que quedase clara su posición, o de integración, Pedro sabía que ella
volvería, no es suficiente para explicar el uso de la adversativa pero
en la relación entre la oración Madalena es negra y Madalena es
competente y decente. Allí la conjunción pero implica un juicio falso,
ideológico: por ser negra, se espera que Madalena no sea competente ni
decente. Sin embargo, al reconocerse su decencia y su competencia la
conjunción pero se volvió indispensable. En el caso de Celia, es un
disparate que, siendo rubia de ojos azules, no sea competente y decente.
De allí el sinsentido de la adversativa. La razón es ideológica y no
gramatical.
Pensar acertadamente -y saber que enseñar
no es transferir conocimiento es en esencia pensar acertadamente- es una
postura exigente, difícil, a veces penosa, que tenemos que asumir
frente a los otros y con los otros, de cara al mundo y a los hechos,
ante nosotros mismos. Es difícil, no porque pensar acertadamente sea una
forma propia de pensar de los santos y de los ángeles a la cual
nosotros aspirásemos de manera arrogante. Es difícil, entre otras cosas,
por la vigilancia constante que tenemos que ejercer sobre nosotros
mismos para evitar los simplismos, las facilidades, las incoherencias
burdas. Es difícil porque no siempre tenemos el valor indispensable para
no permitir que la rabia que podemos sentir por alguien se convierta en
una rabia que genere un pensar equivocado y falso. Por más que una
persona me desagrade yo no puedo menospreciarla con un discurso en el
cual, creído de mí mismo, decreto su incompetencia absoluta. Discurso en
que, engreídamente, la trato con desdén, desde lo alto de mi falsa
superioridad. A mí no me da rabia sino pena cuando personas así
rabiosas, erigidas en actitud de genio, me minimizan y menoscaban.
Es fatigoso, por ejemplo, vivir la
humildad, condición sine qua non del pensar acertadamente, que nos hace
proclamar nuestro propio equívoco, que nos hace reconocer y anunciar la
superación que sufrimos.
El clima del pensar acertado no tiene nada
que ver con el de las fórmulas preestablecidas, pero sería la negación
de ese pensar si pretendiéramos forjarlo en la atmósfera del libertinaje
o del espontaneísmo. Sin rigor metódico no existe el pensar acertado.
Extraído de:
Título: Pedagogía de la autonomía
Titulo original Pedagogia da autonomia Autor: Paulo Freire
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